Entrevista realitzada per tiching a Neus Ballesteros, sòcia de l’Espai BES, (14 de gener de 2016).
¿Existen emociones positivas y negativas?
Todas las emociones son positivas. Algunas son más agradables que otras, claro, pero cada emoción tiene su función. Lo que no es tan positivo son las conductas que desencadenan estas emociones.
¿Se puede aprender a gestionar las emociones?
Sí, sobre todo a tomar conciencia de que las emociones nos movilizan. Podemos aprender cómo ponerlas a favor nuestro. Las emociones son un aspecto biológico funcional que nos ayuda y esto nos moviliza para actuar. Aprender a gestionarlas tiene que servir para tomar conciencia de lo que sentimos y conseguir actuar de forma que ese sentimiento nos beneficie, nos ayude.
¿Es algo que aprendemos solos o nos pueden ayudar a aprender a gestionarlas?
Algunas experiencias personales nos pueden ayudar, pero lo que creemos que es fundamental es el aprendizaje en grupo. Cuando ponemos conciencia de lo que nos pasa y además lo hacemos en grupo, el aprendizaje que se desarrolla es muy potente.
A veces no resulta fácil trabajar ciertas emociones desde los centros educativos, sobre todo cuando se trata de situaciones tristes…
Mi percepción es que la sensibilización de atender las emociones es creciente. Cada vez nos preguntan más acerca de ello, sobre todo en escuelas de educación infantil. Se trabaja mucho el “cómo estoy/cómo me siento” para que los niños y niñas aprendan a verbalizar lo que sienten.
¿En qué etapas es importante trabajar más a fondo?
En todas, sin duda. Pero en secundaria es muy importante que los alumnos sepan poner nombre a lo que sienten y que lo puedan compartir. Esto les permite sacarse un peso de encima cuando tienen un problema o se encuentran sentimentalmente dolidos por algo.
¿Y en el ámbito familiar? Cuando una familia pierde a un ser querido, ¿cómo actúa?
La sociedad en general ha querido esconder los procesos de duelo. A los adultos nos cuesta hacer frente a la pérdida de un ser querido. Además, somos los referentes de los niños y, debido a que no sabemos cómo abordar el tema, preferimos evitarlo. En el ámbito familiar encontramos la tendencia de no querer hacer sufrir a los otros cuando hay un proceso duro o traumático, sean mayores o pequeños. Tenemos tendencia a guardarnos lo que sentimos.
Y esto no es lo más sano, ¿no?
Nosotros lo que potenciamos es que cuanto más compartamos lo que sentimos con los que están en el mismo barco, mejor saldremos de ese pozo. Pero la tendencia es a instalarnos en el silencio.
Y con los niños, ¿cómo se debe afrontar?
Desde el amor y con la intención de proteger a los más pequeños silenciamos lo que sucede y no les hacemos partícipes de ello. No les estamos haciendo ningun favor: les estamos diciendo que no pueden compartir esto tan fundamental que está sucediendo en la familia, que no tienen herramientas para entenderlo. Ellos captan esto, y no entienden que no se les haga partícipes. Además del dolor que ellos sienten por lo que está pasando, se añade la angustia que supone que las personas en las que confían no están siendo transparentes ni claras con ellos. No es fácil, porque uno mismo ya está pasando su propia pena, pero es necesario dar ese espacio a los niños.
¿Cómo se les plantea a los niños y niñas que un ser querido ha fallecido?
Es importante que cuando se explica a un niño o niña que alguien ha fallecido la explicación se produzca en un ambiente tranquilo, y que quien lo explica sea alguien de su confianza, de referencia. Que todo su entorno esté al corriente y pueda dar cobijo a las preguntas y reacciones que pueda tener.
¿Y qué es más conveniente explicar?
Los niños sienten las ausencias. Hay que tener en cuenta dos cosas cuando explicamos esto a un niño. En primer lugar, hay que explicar lo que ha pasado. Hay una realidad objetiva: la persona ha muerto por algún motivo. Hay que ser honestos cuando hablamos de estos temas con los niños.
Pero, en segundo lugar, y esto suele ser lo que más preocupa, es qué pasa después de la muerte, y como no lo sabemos, esto es lo que más nos apura explicar. Como no sabemos qué decir, solemos explicar metáforas.
¿Utilizar metáforas con los niños (como decir que está dormido, o que se ha ido de viaje) es correcto?
No, decir este tipo de cosas es mentir a los niños. No le estas explicando la realidad objetiva. Depende de la edad, el concepto de muerte no lo entienden y si se les dice que está de vacaciones, esperará que vuelva. Hay que ir repitiendo a los niños que la persona no volverá. El uso de este tipo de metáforas para explicar lo que ha pasado no es aconsejable; sin embargo, si lo es para explicar lo que pasa después de la muerte.
¿En qué sentido?
Por ejemplo, hay mucha gente que explica a los niños que esa persona es como una estrella que siempre estará en el firmamento. Según las creencias de cada familia esto también puede tener explicaciones vinculadas a la religión, como decir que está en el cielo. En este caso, el uso de metáforas es lo más aconsejable para intentar resolver las preguntas de los más pequeños.
¿Es bueno que todo el entorno dé la misma explicación metafórica para explicar qué pasa después de la muerte?
Muchos profesores nos plantean esto cuando en casa les dan una explicación religiosa y en cambio el profesor no la comparte. Lo mejor es no entrar en contradicción, pero respetar lo que decidan las familias. Hay que explicar que lo que pasa después de la muerte no se sabe, y que por eso cada uno puede pensar una cosa distinta, y todas son buenas y correctas. Lo que suele ser más fácil para abordar esto con los niños es preguntarles a ellos qué piensan. Las respuestas son brutales, pero la mayoría tiene que ver con lo que han recibido en casa.
¿El duelo en un niño es más largo que en un adulto?
El duelo no tiene un tiempo estipulado, depende de la personas y de las herramientas que tenga para pasarlo. Lo que no es sano es intentar acelerar el proceso. También depende de otros factores, como del vínculo que tengamos con la persona que ha fallecido, de las experiencias previas que hayas tenido, etc.
No solemos abordar estos temas con los niños hasta que nos encontramos en la situación. ¿Está bien hacerlo así o podemos hablar en clase sobre la vida y la muerte como algo que sucede?
A nivel educativo hay dos pedagogías. Por un lado, la pedagogía de la vida y la muerte y de los ciclos vitales propone un planteamiento previo a que suceda algo. El valor educativo radica en que el ahora es importante, las relaciones que establezco ahora son importantes, porque la vida es efímera. Se trabajan los procesos de cambio, de pérdida, o de duelo asemejándose a los ciclos naturales. Por ejemplo, explicando el paso de las estaciones, el ciclo del agua, el gusano que se transforma en mariposa, etc. Así se van asimilando diferentes tipos de cambio para que, en el momento que sucede algo, puedas remitirte a ese conocimiento para entender la situación. Por otro lado, está la pedagogía del duelo, que plantea qué hacer cuando un niño está en duelo para trabajarlo a nivel educativo, integrarlo en el grupo de clase, etc.
¿Qué consecuencia puede tener para un niño o una niña un duelo mal gestionado?
Las mismas que para un adulto: falta de crecimiento personal, cerrarse en uno mismo… Un duelo mal gestionado pasa por no dejar a la persona que se exprese, dejarla que se aísle de las personas referentes. Cualquier cosa que tengas que pasar solo o no puedas compartir puede hacer retroceder tu autoestima.
¿Cómo se puede evitar que las personas se aíslen en estos procesos?
Hay que hacer positivo y legítimo el hecho de poder explicar lo que uno siente. Es necesario que sepamos que lo que estamos sintiendo, aunque nos haga estar mal, es lo que tenemos que sentir, y que además no estamos solos, que hay más personas sufriendo o que han pasado por una situación similar. Tenemos la mala idea de que cuando eres una persona fuerte las situaciones difíciles las pasas rápido. A menudo las personas fuertes de verdad son las que reconocen que están mal cuando pasan procesos duros.
¿A todo el mundo le va bien pasar el duelo en grupo?
No. Todos tenemos un duelo particular y un duelo en grupo o social. El duelo es un proceso que nos ayuda a adaptarnos a una nueva realidad. Cada uno vive su duelo personal, pero cuando la persona fallecida vincula a dos o más personas, esas personas viven también un duelo colectivo. El duelo es un proceso social. Pero esto no significa que a todos nos ayude pasar o trabajar el duelo en grupo. Hay personas que necesitan un tipo de recursos y otras que necesitan otros. También es una cuestión de personalidad, de la facilidad que tiene cada uno de expresarse o compartir.
A veces expresar sentimientos no es tan fácil. ¿Existen otros lenguajes a parte del verbal para trabajar el duelo?
El arte es un lenguaje que nos ayuda a vehicular lo que sentimos. Nos gusta mucho el concepto de arte-mediación, porque mediamos el diálogo a través del arte. A través de un objeto, símbolo o metáfora nos es más fácil expresarnos porque no es el lenguaje habitual. Buscamos respuestas desde otro punto de vista, porque vemos la realidad desde otro ángulo. Buscamos hablar de uno mismo a través de un objeto en el que proyectamos nuestra vivencia, nuestra reflexión, y así trabajamos todas la dimensiones, la emocional, la mental.
¿Cómo se consigue vehicular los sentimientos a través del arte?
Hablar de uno mismo siempre cuesta, y más cuando es algo doloroso. De esta forma, no nos quedamos solo con la sensación de “tengo dolor”. Con el arte planteamos preguntas para responder en situaciones difíciles. Es muy interesante ver cómo este elemento artístico habla de nosotros, pero sobretodo cómo nosotros explicamos este elemento. A medida que explicamos el elemento también vamos relatando lo que nos pasa. Se llama narrativa del duelo: cómo yo voy explicando las experiencias, las realidades que vivo, lo que me hace ser como soy… Cuando elaboramos esta narrativa vamos recolocando las vivencias y las nuevas situaciones.